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En los pueblos, el relato popular siempre es más fiable que la inteligencia artificial. Nunca falla porque se basa en hechos, en lo que se ... puede tocar, ver o narrar en primera persona. En Chiva, nadie olvidará el 29 de octubre, una tarde apocalíptica, que pasará de padres a hijos, a nietos y a próximas generaciones hasta que llegue una nueva riada, dana o como se llame en ese momento, porque todo el mundo en el pueblo sabe que, antes o después, volverá a suceder. Alberto, el propietario del 'edificio más cojunudo del mundo', lo tiene claro: «Esta casa está preparada hasta que llegue la próxima».
En la calle Enrique Ponce, en una fachada junto al puente nuevo, hay un cartel de chapa que se colgó en 2018 y que ya advertía de la bravura del barranco de Chiva. Un cartel que ha leído todo el pueblo, que está a disposición de los turistas y visitantes, y que informa a todo aquel que pasa por allí que cuando llueve con fuerza, la rambla de Chiva es traicionera. No hacía falta una previsión meteorológica ni un informe de la CHJ ni un mensaje de Es-alert para meterse en casa cuando por el barranco bajaban las aguas bravas, como pasó la tarde de la dana. El relato popular hace que el pueblo se asome al cauce cada vez que llueve y se abrigue en casa a esperar a que pase la tormenta.
La Peña Taurina de Chiva, en la época que estuvo presidida por Javier Tarín, fijó una ruta del toro de cuerda por la localidad, y en el puente viejo, uno de los puntos arrasados por la riada, el agua no ha podido con una placa titulada 'El agua que arrastra la memoria' que dice con vistas al barranco: «Una rambla que siempre llevó un caudal abundante, que en ocasiones se tornaba violento, y quizá por eso se dedicó al protector San Juan el templo nuevo, a la vera de este acuífero pródigo pero imprevisible, que genera una vega fértil y descarga sus aguas en la Albufera».
Y así continúa la leyenda: «Han sido terribles las riadas que aquí se han producido periódicamente, lo que ha obligado a constantes rehabilitaciones de cauce, que hoy en día, pese a que ha conservado el nombre del anterior, de dos ojos, no es ya el más antiguo. Tampoco la iglesia se libro de su furia, teniendo que ser rehabilitada en 1867».
La dana del 29 de octubre no es la única riada que ha vivido Chiva. La historia documenta, al menos, cuatro riadas más. La noche del 9 de noviembre de 1983 el barranco se desbordó y un Seat 124 azul marino quedó suspendido en el barranco de Chiva como imagen icónica para el resto de los días. Aquella fue la riada de Textofil porque arrasó esta fábrica textil –quedaron esparcidas por el término 5.000 balas de algodón–. El agua provocó graves pérdidas económicas aunque no hubo que lamentar víctimas mortales. Aquel día cayeron en Chiva 400 litros por metro cuadrado, los coches quedaron esparcidos por la carretera y quedó suspendida la línea férrea Valencia-Cuenca.
La riada del 14 de octubre de 1957, la que arrasó Valencia y la más recordada en la ciudad por la crecida del Turia, causó daños materiales pero respetó a las personas. Curiosamente, la avenida de agua más famosa fue casi intrascendente en Chiva.
El 28 de septiembre de 1949, el cauce volvió a exhibir su crueldad. El agua arrancó de cuajo la calle San Isidro, igual que ha pasado en esta ocasión, y un matrimonio con su hijo de corta edad fue arrastrado por las aguas. «En Chiva, todos los barrancos que afluyen al llano denominado El Armajal se desbordaron, así como el que circula por medio de la población. Han quedado completamente destruidas diez u once casas y han desaparecido tres personas –un matrimonio y un niño–. Unas doscientas o trescientas hanegadas de huerta han quedado arrasadas. Los daños en este término se calculan en 10 o 12 millones de pesetas», informó LAS PROVINCIAS.
El 10 de noviembre de 1885 se volvió a desbordar el barranco, aunque no hay constancia de si hubo víctimas mortales.
Pero la gran riada, la que se recuerda en Chiva, es la del 23 de octubre 1776, una inundación muy similar a la que se vivió el 29 de octubre y que está documentada en el lejago que el chivano Sergio Carrión halló y cedió al Centro de Estudios Chivanos. «Cerca de su población, hay una rambla, nombrada por el barranco del Gallo que, aunque seca, es extremada en sus grandes avenidas de turbulentas borrascas. Día veintitrés de octubre a las dos de su mañana del año mil setecientos setenta y seis. Contaban que, después de copiosas lluvias cuando todos presentaban el tributo al gran Morfeo y, descuidados estaban de semejante diluvio, fue tan grande la riada que la furia de tanta agua arrancó un grande nogal y se lo llevó consigo».
«El número de personas de ambos sexos anegadas, setenta y seis se contaron, veintitrés las alisiadas y catorce moribundas, que con mucha pena alcanzan el extremo sacramento, porque al momento expiraban. Salieron a recoger los cadáveres que estaban en término de otros pueblos y partes extraviadas, y hallaron una mujer con una niña abrazada de su cuello, y tan fuerte, que no hubo fuerza humana para poder desasirla, y así mismo fue enterrada en la iglesia de Paiporta por estar muy inmediata». Chiva perdió el 10% de su población. Otra época, casi la misma riada.
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