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La Gran Manzana es para los grandes. La Gran Manzana posee grandes pinacotecas, tiene grandes auditorios, cuenta con grandes profesionales, cobija grandes ambiciones y atesora ... grandes artistas. Manolo Valdés (Valencia, 1942) pertenece a este último grupo. Él es de los grandísimos y vive desde hace 45 años en Nueva York.
En la metrópoli norteamericana están su casa, su estudio de 500 metros y, sobre todo, su familia. «El otro día fui al colegio de mi nieto Leonardo. Era esa jornada en el que han de ir los padres a explicar cuál es su profesión. Mi nieto dijo: 'el papá es abogado, que venga Manolo'. Acudí con materiales de mi estudio y los niños, que tienen entre 8 y 9 años, lo disfrutaron», explica el escultor valenciano, quien fundó con Rafael Solbes y Joan Antoni Toledo el grupo Equipo Crónica en la década de los 60.
El autor de 'La Pamela' en la Marina y 'La dama ibérica' en la avenida Corts Valencianes reside a más de 6.000 kilómetros de la ciudad donde nació. La capital del Turia es la urbe que alumbrará Espai Manolo Valdés en el muelle 3 del Parque Central. Una nave rehabilitada y sin utillidad conocida albergará «la colección escultórica» de Valdés. Él ya tiene en su cabeza las piezas a exhibir, pero están diseminadas por medio mundo (Corea del Sur, Singapur...). No oculta que está ilusionado con la iniciativa promovida por el Ayuntamiento de Valencia.
–¿Cómo surgió el proyecto Espai Manolo Valdés?
–Ha sido todo muy rápido. Hace poco más de un mes me llamó la alcaldesa María José Catalá. Me propuso la iniciativa en un local maravilloso y empezamos a conversar.
-Un museo en su ciudad natal...
–Para mí hablar de museo es emplear palabras mayores porque tengo demasiado respecto a los museos. Espai Manolo Valdés será un espacio en el que temporalmente se mostrará mi obra. Es importante que no sea eternamente porque la gente se aburre y entiendo que reclame cosas nuevas, que vengan otros políticos, que surjan ideas diferentes. El acuerdo es de 10 años y luego veremos si acordamos prorrogarlo. Me enorgullece que la alcaldesa haya pensado en mí y me consta que quiere promover otros espacios para el arte y otros creadores porque lo importante es que Valencia sea culturalmente variada y que las cosas funcionen. Para mí es esencial que el proyecto sea sensato, porque a veces desde el desconocimiento se lanzan iniciativas sin sentido.
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–¿A qué se refiere cuando habla de proyecto sensato?
–Sé, más o menos, lo que debemos exponer y espero que los costes sean muy bajos. Cuando veo todo lo que ha sufrido Valencia con la dana, me da escalofríos pensar destinar dinero a otra cosa que no sea ayudar a las familias y a las empresas afectadas por la riada.
–¿Qué piezas se verán?
–La zona tiene una escala razonable y creo que quieren cerrar la nave con cristal. Es un espacio apropiado para la escultura más que para cuadros, como una especie del Palacio de Cristal de Madrid. Últimamente me he dedicado a la escultura pública y de gran tamaño y en Valencia exhibiré mi colección de este tipo de piezas, que ahora están en otras ciudades. Habrá obras icónicas, reginas, reinas marianas... En un 75% ya las tengo elegidas.
–¿En algún momento imaginó que Valencia contaría con un espacio monográfico para su producción?
–La propuesta fue una sorpresa. Cuando yo empecé mi carrera Valencia era un territorio sin nada, como mucho una galería. Para (Rafa) Solbes y para mí, la cultura venía de fuera, es decir, nosotros cogíamos el tren para ir a París y a otras ciudades. No lo tomábamos en la Estación del Norte, sino en Oliva con los vendimiadores porque era más barato. Décadas después, el Parque Central, que está cercano a la estación ferroviaria, acogerá las piezas.
–Vaya vuelta de la vida...
–Le diré más. Cuando se inauguró la Fundación Miró, hace 50 años, yo estaba presente. Fui con Antonio Saura, que era muy listo y muy capaz. Estuvimos hablando e incluso hicimos la broma de comprarnos una libreta para anotar lo que no queríamos hacer cuando hayamos perdido la cabeza. Una de esas cosas era: nunca haremos museos ni fundaciones. ¡Cómo cambian las cosas!(Suelta una carcajada)
–¿No pudo decir que no a Espai Manolo Valdés?
–En Valencia los últimos proyectos culturales relevantes han sido impulsado por la iniciativa privada. Ha sido el mecenazgo el que ha puesto a la capital del Turia a la cabeza artística. Uno siente orgullo de que aparezcan personas como Hortensia Herrero y Juan Roig. A mí me hablan del Centro de Arte Hortensia Herrero en los mismos términos de cuando nació el IVAM. La Administración pública tiene más poder y no puedo negarme a ayudar a Valencia de la manera que sea.
–¿Cómo ve culturalmente la ciudad?
–Quienes están al frente lo tienen que hacer mejor que los anteriores. El IVAM, que no está en su mejor momento ni en el más brillante, tiene unos fondos magníficos; que no se vea más la colección del IVAM es una pena. Bancaja está haciendo exposiciones de éxito, pues bienvenidas sean. Déjeme decir, además, que Valencia tiene una deuda pendiente.
–¿Cuál?
–Con Santiago Calatrava. Él no necesita que nadie lo reivindique porque ahí está su obra, pero es estúpida la relación de Valencia con el arquitecto. Su talento es indiscutible y culturalmente está por encima de Sorolla. La imagen que se tiene de Valencia no es la del Miguelete, sino la de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Calatrava tiene detractores y admiradores, como todo el mundo, pero es de sentido común reconocer su relevancia cultural.
–Sorolla, Calatrava... ¿Valdés se siente profeta en su tierra?
–¿En mi tierra? En España lo he tenido todo. He expuesto en el IVAM, en el Reina Sofía, en el guggenheim... He recibido todas las condecoraciones posibles y no puedo pedir más. Entiendo que el arte evoluciona, que un día alguien está interesado en tu obra y recibes la recompensa que se merece y luego ese momento pasa. El arte es variado, polémico, crea tensiones...
–El otro día dijo que tenía pocas razones para viajar a Valencia porque sus padres y su hermana ya no están. ¿Por qué vive en Nueva York?
–Por mi familia, por mi hija Regina, que ha crecido aquí, y por mis nietos. Tengo muy buena relación con Nueva York. Es una ciudad en la que quieres dar lo mejor de uno. He hecho grandes exposiciones en Broadway, Jardín Botánico, Park Avenue... Recuerdo cuando hice mi primera exposición en la Gran Manzana y alguien me preguntó: '¿qué le gustaría hacer?' Y yo dije que me gustaría conducir como Fitipaldi, boxear como Cassius Clay y que el Metropolitan me comprara un cuadro. Lo último lo conseguí. No es una ciudad fácil, pero me gano la vida aquí. En Nueva York me siento a mitad camino entre turista y residente, aunque creo que estoy muy bien integrado. Aquí está mi casa, mi estudio de 500 metros, mis nietos van al colegio, tengo un reconocimiento o mercado alrededor de mi obra, pero soy plenamente consciente de que Nueva York no sufre la perdida de artistas, es decir, se fueron Andy Warhol y Roy Lichtenstein pero llegaron otros.
–¿Sus nietos apuntan maneras para dedicarse al mundo del arte?
–A mis nietos les gusta venir al estudio. Si yo le dijera a mi hija y su marido que sus hijos sean artistas se tirarían las manos a la cabeza (bromea). Da terror pensar en dedicarse al arte y eso que a mí me ha ido muy bien. Recuerdo cuando empecé a tener cierto éxito, mi hija me acompañaba a las exposiciones y aún guardo los dibujos que ella hizo de los cuadros del Metropolitan.
–¿Cómo ha vivido la dana desde la distancia?
–Con mucho dolor. Yo viví la primera riada de Valencia, que afectó a la tienda de Ultramarinos que mis padres tenía en la calle Císcar. Se inundó y se llenó de barro. En aquel entonces estaba estudiando en la Escuela de Bellas Artes y también quedó anegada y tuvimos que ir a clase al museo de San Pío V. Ahora la sociedad está más organizada, hay mayor comprensión y funcionan las ayudas públicas y privadas. Son episodios de mucha crudeza, como el que viví aquí con el atentado de las Torres Gemelas.
–¿Cómo ve el mandato de Donald Trump?
–He visto pasar muchos presidentes de Estados Unidos y no se han cerrado el MoMA ni la ópera. La sociedad civil tiene mucho poder en Estados Unidos. A veces, desde fuera, hay mucha preocupación por los acontecimientos que pasan aquí, pero Trump no va a condicionar mi vida. Hay presidentes de EE UU y alcaldes de Nueva York con los que estás más o menos de acuerdo, pero no hay que ser catastrofistas. Trump pasará.
–¿Usted piensa en la retirada?
–Me considero una persona totalmente afortunada porque he llegado a los 83 años haciendo lo que quiero. La sociedad, por las razones que sea, da a los artistas unos privilegios inmerecidos. Para mí los profesionales importantes son los que curan, los que investigan enfermedades, los que dan trabajo a la población.... Yo soy un adicto al arte, estoy enganchado a mi trabajo aún a sabiendas que ya no es necesario, pero no puedo dejarlo. Yo creo que tengo la cabeza mejor que el cuerpo. Estoy muy bien cuidado.
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