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Jon Rivas
Martes, 20 de mayo 2025, 20:32
Llueve sobre la Toscana, a veces sí, a veces no. En ocasiones diluvia. Y secos los primeros, empapados los últimos, con la torre de Pisa ... al fondo, sin ganas ni tiempo para hacerse la foto cursi o el montaje cutre junto al monumento, que ahora la inteligencia artificial ha desvirtuado, van llegando los ciclistas que se juegan las alubias. Quienes salen al principio ruedan con ventaja, a sabiendas de que no van a tener que manejar los frenos con pericia de cirujano. Los últimos se espantan con cada chirrido de los discos en las curvas. Nadie quiere caerse, ni salir en la foto del día sujetándose la clavícula o ingresando en un hospital con collarín.
Primoz Roglic, que es habitual de las desgracias, se cae sobre su pierna derecha, sí, pero en la vuelta de reconocimiento, cuando todavía no se alcanza la velocidad de crucero. Y de la fatalidad del domingo le llega la remisión el martes, porque en el décimo puesto de la general, adelantando su salida a las nubes más amenazantes, desde la atalaya del podio de salida, observa nubes negras en el horizonte, pero el asfalto seco en los kilómetros iniciales, peligrosos por las curvas del inicio del recorrido, y sin ataduras meteorológicas, se lanza a mejorar todos los tiempos anteriores. Ha cambiado el viento también, y golpea con más fuerza que al inicio, pero el esloveno, moviendo desarrollos imposibles, intenta apurar mientras no llueve.
Es una contrarreloj atípica, ganada por un descomunal holandés, Daan Hoole, de casi dos metros de altura, que cuando calientan los gigantes del Giro en el rodillo y se acumulan las nubes negras sobre las rutas de esa Toscana habitualmente alegre, y esta vez gris, ya está sentado en esa silla de tortura que han ideado las mentes pensantes del ciclismo para ese quítate tú que me siento yo, que en esta oportunidad no se cumple.
Y es que los que salen después lo tienen peor, porque sobre el toldillo en el que escucha la cuenta atrás, «cinque, quattro, tre, due, uno…», repiquetan ya con fuerza las gotas de lluvia. Desaparece el último dedo de la mano del juez, «zero», y entonces ya salpican contra las gafas tintadas y aerodinámicas. Casi no sienten la lluvia en el cuerpo, pero sí en las ruedas y en los frenos. Pero Juan Ayuso no siente nada, o eso parece. Sale del podio con 62 dientes en el plato y un piñón pequeño de 11. Como una fiera, se come el asfalto. Iguala los tiempos de Roglic, que distancia en 54 segundos a Bernal en el primer control. El ciclista español, dolido en la rodilla, y posiblemente en la moral, lo quiere dar todo. Todavía encuentra algunos tramos con la carretera seca, que le permiten rectificar en una curva que toma con exceso de velocidad, derrapando con la rueda trasera.
Para Isaac del Toro todo es lluvia, de principio a fin. Les ha pedido a los mecánicos que le monten un plato descomunal de 64 dientes, para repetir el «sorpasso» a Ayuso de los caminos de tierra en la contrarreloj, pero el desarrollo se le atraganta y no puede moverlo con soltura. «Sabía que iba a ser muy duro, así que mi único objetivo era poder terminar la contrarreloj manteniendo la maglia rosa», asegura al final.
Por momentos parecía que podría perder la maglia, porque el empuje de Ayuso no tenía límites, pero la lluvia igualó a todos en los últimos kilómetros. Menos a Roglic, que se movía como pez en el agua, mientras se desinflaba un poco el corredor español, que en el primer punto de cronometraje perdía ocho segundos, pero después, mientras desfilaba por el Valle delle Fonti, paralelo al acueducto, que no es romano, sino que construyeron los Medici en 1595, con sus 934 arcos, que jalonan el camino hacia Pisa, mejoraba los registros del esloveno, y los de Del Toro. 26 segundos en el control de Ponteletto y 43 en el de Asciano. 48 al final. Con Roglic, después del despegue llegó el derrumbe, que fue de medio minuto en los nueve kilómetros finales. Las fuerzas ya estaban justas.
Pero en los kilómetros finales, cuando sobre Roglic lloviznaba, encima de Ayuso diluviaba, y esa diferencia a favor se volvió en contra, para ceder al final 19 segundos, que son los que el corredor esloveno rebaña, más todavía con Del Toro, que perdió 1.07. «No quería tomar muchos riesgos por la lluvia. Fue divertido y estoy muy feliz de seguir líder del Giro de Italia», decía el mexicano. «Sabía que sería difícil la crono. Tenía tiempo a mi favor y no quería arriesgarme a una caída. Luego me costó en algunos instantes mantenerme sobre la bici, pero lo conseguí. Tuve un poco de miedo en cada curva, ya desde la mañana pensé en levantar el pie para no tomar riesgos».
Ayuso se queda ahora más cerca del liderato, a 25 segundos; Tiberí se va a más de un minuto, Simon Yates a a 1.03 y Roglic adelanta cinco puestos y está ahora a 1.18. Carapaz no anduvo fino y está ahora a 2.10. La posición estratégica del UAE de Matxin es envidiable, con cuatro corredores entre los siete primeros, con casi toda la montaña por ascender.
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