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¿Cómo viven los jubilados valencianos? Es una cuestión que, según ellos mismos explican, en muchas ocasiones pasa desapercibida tanto para la Administración como ... para el resto de la sociedad. Y eso que, sólo en la Comunitat, en torno a 675.000 personas perciben mensualmente una pensión de jubilación que se sitúa en los 1.381,51 euros de media, después de haber aumentado un 30% en los últimos cinco años. Los hay que reciben más, debido a que su base de cotización ha sido mayor durante su vida laboral, pero también quienes se encuentran en la otra parte de la balanza. Sea como sea, la pensión media en la Comunitat se encuentra 122 euros por debajo de la media nacional (un 8,10% en porcentaje) y es hasta 450 euros inferior a la que recibe un jubilado vasco, que se sitúa 1.831 euros al mes con datos de abril.
¿Es justo este reparto? Para José Antonio Herce, doctor en economía y socio fundador de LoRIS, no existe ninguna duda al respecto: «Las pensiones no se otorgan en función de la necesidad, sólo tienen que ver con lo que has cotizado. Si en Valencia la pensión media es más baja es porque el trabajador medio valenciano ha cotizado menos que el trabajador vasco o el madrileño. Las pensiones vascas son más altas porque los vascos han tenido salarios más altos y han cotizado más». El experto defiende que las pensiones que reciben los jubilados en la actualidad permiten vivir, pero reconoce que hay que saber adaptarse a ellas. «Hay miles de pensionistas que tenían altos sueldos y que ahora reciben la máxima pensión, pero que nunca van a llegar al sueldo que cobraban antes», comenta Herce.
Eso sí, advierte de que llegar a la jubilación sin una cantidad suficiente de dinero ahorrado supone asumir un riesgo cada vez más común: «Los jóvenes van a tener que empezar a pensar que los papás no les van a dejar el piso porque lo van a utilizar para tener rentas de apoyo para la jubilación». Pese a ello, su visión es optimista.
No obstante, los jubilados valencianos encuentran ciertas reticencias al respecto. Reconocen que las pensiones actuales, pese a ser más bajas que la media, les permiten vivir con comodidad a pesar de que la aplicación del IPC es a año vencido, por lo que «no compensa nunca» con la subida de precios. Además, aseguran que la situación no es ni mucho menos igual para todos. «Dentro de los jubilados hay dos o tres generaciones con mentalidades y formas de ver la vida. Están los que crecieron con Concha Piquer y los que lo hicieron con la movida madrileña», indica Fernando Durbá, presidente de la Federación Provincial de Asociaciones Democráticas de Pensionistas y Jubilados de Valencia (UDP Valencia).
Como explica María Ángeles Rubio, secretaria de organización de la Unión de Jubilados y Pensionistas (UJP) de UGT-PV, el sistema de pensiones genera diversidad de opiniones según el prisma desde el que se observe. Para ella existe un desequilibrio notable entre los jubilados y las jubiladas, que se refleja en las cuentas corrientes de los mayores de 65 años. «La vida laboral de las mujeres perjudica a la cotización. Por lo general tenemos trabajos peor retribuidos que los hombres y en muchos casos tenemos más dificultades para acceder a puestos de responsabilidad», explica María Ángeles, después de recordar que la subida de las pensiones mínimas, que en el último año ha sido del 6%, ha mejorado sustancialmente la situación de muchas mujeres de su edad.
Su caso es particular. Asegura que tiene una buena pensión, no tiene hijos y aprovecha las ventajas que ofrece la jubilación. Le gusta viajar, por lo que desea que planes como el Imserso «se mantengan como sea». Forma parte de esa generación de jubilados jóvenes a los que la pensión les permite vivir con comodidad, pero que han cambiado de mentalidad. Mientras el gasto medio por persona en España desde la pandemia ha crecido un 8%, el de los mayores de 65 años se ha incrementado un 13%. Los que tienen mejores pensiones gastan más. Sin embargo, más allá de ir al teatro o bailar los sábados por la tarde, también luchan por que otros jubilados con situaciones menos cómodas puedan disfrutar de su madurez con dignidad.
El caso de su colega Diego García, por ejemplo, es un tanto distinto. Se jubiló de forma anticipada debido al cierre de la empresa en la que trabajaba y a día de hoy, más de una década después, su pensión mantiene una reducción del 24%. «Si yo todos los meses cobro 300 euros menos y tengo que echar una mano a mi familia buena parte de mi pensión se va ahí», indica Diego, que ocupa el cargo de secretario general de UJP. Alcanzar el equilibrio contributivo, que pretende que los coeficientes reductores de la jubilación anticipada puedan eliminarse de forma progresiva, es una de sus reivindicaciones.
«Nosotros no gastamos en ropa y sabemos que milagros no se pueden hacer, pero como mínimo queremos vivir bien», explica el jubilado, que incluye en su lista de preocupaciones otras cuestiones como las «grandísimas listas de espera» para recibir atención en la sanidad pública, la carencia de plazas residenciales o simplemente las dificultades económicas a las que tienen que hacer frente sus descendientes.
No es al único al que le generan inquietud estas cuestiones. Fernando Durbá lamenta que un periodo como la jubilación, que, como acertadamente explica, «debería ser de relajación» actualmente lleva aparejadas «otras preocupaciones como la salud o la situación de los hijos».
Las inquietudes son unas u otras dependiendo de la edad. «La gente que llega ahora a la jubilación entiende la vida de otra forma. Tienen la liberación del cargo del trabajo, pero se encuentran con otros cargos, como los cuidados». Los recién jubilados se preocupan más por el cuidado de sus nietos o por la situación económica de sus descendientes. De hecho, Durbá bromea al respecto: «El día que hagamos huelga de cuidar a los nietos veremos cómo funciona este país».
El escenario cambia a medida que avanza la edad. Primero surge el dilema de la brecha digital, que afecta a muchos de los jubilados a partir de los 70 años. «La gente está despistadísima. Ha habido un cambio demasiado rápido desde la pandemia. El mundo está cada vez más informatizado y muchas personas sólo tienen el móvil para que les llamen sus hijos», explican desde UDP.
A partir de ese momento, la salud empieza a ser otra cuestión que cada vez se tiene más en cuenta. Desde UGT-PV muestran un desencanto importante con la situación del sistema sanitario. Por una parte denuncian cierto edadismo en las revisiones de heces o en las mamografías, que, a partir de los 70 años empiezan a no ser obligatorias. Por otra, exigen a la administración un interés mayor por los cuidados de los mayores. «Hoy todavía no estamos afrontando la dependencia. Ni tenemos recursos ni capacidad de cuidar a todo el mundo», denuncia José Antonio Herce.
Muchos mayores además de necesitar cuidados sanitarios, viven solos. Doble problema. Y es que a las dificultades del sistema sanitario se le suman las complicaciones para acceder a una residencia donde los cuidados estén garantizados o disponer de ellos a domicilio. «Lo ideal sería quedarnos en casa pero con asistencia sociosanitaria adecuada», comenta María Ángeles. Por su parte, Durbá exige «un poco de humanidad en el asunto», ya que «cuando llega el momento de ingresas en una residencia el problema es doble: económico para los hijos y psicológico para mayor que ve que ya no es autosuficiente».
La petición va dirigida a los gobiernos, así como al resto de la población: «No somos un estorbo. Todavía podemos aportar mucho porque tenemos mucha experiencia. Sólo pedimos que se nos tenga en cuenta».
El debate sobre el futuro de las pensiones por jubilación sobrevuela entre las generaciones más jóvenes, que observan con temor como cada vez se suman más pensionistas al mismo tiempo que se aumenta el déficit contributivo de la Seguridad Social. «¿Nos quedaremos sin pensión?», se preguntan los jóvenes que entran al mercado laboral. Adivinar el futuro es imposible, pero los expertos se atreven a vaticinar cuáles serán los movimientos de los próximos años en ese sentido. José Antonio Herce considera que «llegará un momento en el que será imposible pagar tanto como se está pagando ahora», ante la llegada masiva de jubilaciones de la generación del Baby Boom: «Los baby boomers van a colapsar las cuentas de la seguridad social».
Será entonces cuando, según el doctor en economía, se deberá producir una remodelación del sistema, que puede llevarse a cabo de forma progresiva. En primer lugar, cambiará la edad de jubilación, que para Herce debe ir de la mano del aumento de la esperanza de vida. «Estoy convencido de que las tendencias van a continuar. Los trabajadores no solamente tendrán trabajos menos onerosos , sino que van a llegar en mejores condiciones de salud a su jubilación. El retraso de la edad de jubilación es natural porque la esperanza de vida se alarga», indica el socio fundador de LoRIS.
Sin embargo, quizás esa no se la única medida que se deba poner en funcionamiento si se quiere garantizar una pensión para las generaciones futuras. El experto también considera que será necesario un cambio de mentalidad por parte de los trabajadores: «Los trabajadores más jóvenes tienen que cotizar más y aspirar a pensiones más bajas». Por su parte, desde UGT-PV el mensaje hacia los jóvenes es claro: «Tenéis que pelear por las pensiones del futuro y hacer que el sistema sea sostenible».
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