Diez escapadas gastronómicas a la provincia de Castellón
El clásico entre los clásicos, Cal Paradís, en La Vall d'Albà; la Estrella Michelin más joven, Atalaya, en Alcossebre; o Jorge Lengua, como gran promesa de la cocina de Benicàssim y Oropesa. Hay más, y en varios haremos un alto. Porque ya es verano, una estación idónea para descubrir el mar, la montaña y la pródiga despensa del Norte de la Comunitat
Este es un viaje de ensoñación a bordo de un vehículo imaginario por una provincia que ya no pertenece al mundo de las ideas, sino ... de las realidades. En lo que a gastronomía se refiere, Castellón ha conquistado su título como destino. Un reconocimiento vinculado al entorno natural, donde se enredan con naturalidad mar y montaña, ofreciendo gran variedad de despensa. También al talento de tantas generaciones de cocineros, desde los que sentaron las bases, hasta los que las han sabido evolucionarlas. Cada vez son más los restaurantes de interés, y no todos están en la capital, otra buena expresión del discurso de proximidad y temporalidad que tanto se potencia en esta provincia. Y como el verano es temporada alta para sus ciudades, de días claros y noches frescas, nos escapamos para descubrir algunas novedades gastronómicas y recordar aquellos clásicos irrenunciables.
Nos disponemos a recorrer sus distintos caminos. Desde la Costa del Azahar, donde las playas de arena fina conviven con las calas rocosas y puertos deportivos, hasta el interior de la montaña, con sistemas como el Maestrazgo y la Sierra de Espadán, repletos de pinos y encinas. La llanura propicia una rica huerta, con verduras como los tomates y las alcachofas, así como campos de cítricos. Dependiendo de la zona, son característicos los pescados y mariscos -la dorada, el langostino de Vinaròs-, o las carnes y los embutidos -pensemos en el cordero del Maestrazgo-. Hay productos silvestres como setas, trufas y hierbas aromáticas. También vino, miel y queso artesanos, por no hablar de los excelsos aceites. En definitiva, Castellón es un mosaico de paisajes y cocinas, teñido por el saber hacer de generaciones.
Se acabó aquello de hablar de la hermana pequeña; resulta que se ha hecho mayor. Y nos escapamos para constatarlo. La ruta de este artículo tiene origen en Valencia, por lo que los establecimiento están ordenados por proximidad meridional. Además de apearnos en establecimientos de alta cocina, también nos detendremos en otros de precios más accesible, sin olvidar la belleza de los municipios que los circundan. No cuesta nada viajar al Norte si el hambre es nuestra brújula.
La Farola, en Altura - 50 minutos de distancia
De un bar hicieron un restaurante. La hazaña de María Adrián y José Vicente Garnés, la pareja al frente de La Farola, ya fue valorada por los premios gastronómicos de LAS PROVINCIAS. No es fácil transformar un negocio familiar a base de cocina creativa en un municipio como Altura, y aún menos conseguir que peregrinen los comensales de toda la Comunitat con este nuevo rumbo. Nos encontramos ante un restaurante desenfadado que, sin embargo, trabaja con producto del entorno, e incluso de la huerta que ambos cultivan: desde alubia del confit, a tomate de penjar, pasando por quesos de ganaderías de proximidad. También producen su propio aceite y trabajan con microbodegas de Castellón. Con todo, La Farola no sólo es el espacio, sino también la filosofía, pues la decisión de pasar a ser restaurante vino motivada por el bienestar de la familiar y la plantilla, algo igual de encomiable.
Arre y Anhelo, en Castellón de la Plana - 1 hora de distancia
Castellón de la Plana es una ciudad sumamente infravalorada. Así lo creen Pedro Salas, en la cocina, y Beatriz Villalba, en la sala, quienes desde Arre reivindican con orgullo sus raíces. No en vano, la propuesta culinaria de la casa lleva el producto local por bandera, con diferentes menús y senderos que recorrer, desde las vías verdes, hasta la casquería o la brasa. Como curiosidad, el local se ubica en uno de los edificios más antiguos de la capital, con un horno moruno que también es el núcleo del relato. En Arre, hay una parrilla por mesa, al tiempo que se conserva el amor por las recetas más tradicionales. La atención es cercana, casi familiar, y además muy didáctica. De hecho, cuentan con un libro de leyendas para guiar a los clientes.
Apenas diez minutos separan Arre de Anhelo, otro de los restaurantes que ilusiona en la Plana. Recientemente galardonado con un Sol Repsol, el restaurante de Cristian Granero apunta manera entre los castellonenses. El chef es natural de la Vall d'Uixó, por lo que mima la despensa de la zona, procurando ofrecer una experiencia culinaria creativa y de mercado, acorde a su formación en casas como Can Roca o Les Cols. Buenos ejemplos son platos como la aceituna mimética, servida con anchoas de Burriana y aire de ajoblanco, o el chipirón relleno de morcilla de atún, donde se luce el guiso clásico. Comedor reducido y menús desde 39 euros. Un factor a tener muy en cuenta, no solo en el caso de Anhelo, sino en muchos otros negocios de Castellón, es la contención de los precios, pese a ofrecer tan alta calidad.
Cal Paradís (1*) - La Vall d'Alba - 1.15h de distancia
Cal Paradís (1*), en La Vall d'Alba - 1.15 horas de distancia
Cal Paradís es un bastión territorial, defendido por un guerrero infatigable, el chef Miguel Barrea, si bien su escudera siempre ha sido Ángela Ribés, guardiana de la sala. Ostentan la Estrella Michelin más antigua de la provincia, concedida en 2013, y, desde este año, también el distintivo Verde que acredita sus prácticas sostenibles. No en vano, el chef se abastece de su propio huerto, visible desde la ventana del comedor, y trabaja de manera especialmente delicada todas las verduras. Aunque en sus platos se avistan ingredientes modernos e influencias de sus viajes, mantiene en el centro el respeto por la tradición y la sencillez. Es más: la tomata de penjar rellena de sardina de bota es el plato icónico de la casa, y un clásico de la provincia.

Podríamos seguir hablando de Barrera para entender la idiosincrasia deCastellón. Hijo de la tierra y de los fogones familiares, el chef decidió transformar el restaurante de su infancia -El Paraíso- en un templo de la alta gastronomía local, cuando nadie más apostaba por este segmento. Para ello, desistió de sus estudios de Magisterio, y rindió su vida a los fogones. También a engrandecer la consideración de su entorno, pues la Vall d'Alba no es un destino tan transitado. Muchos de sus comensales se alojan en el próximo municipio de Vilafamés, reconocido como uno de los Pueblos Más Bonitos de España. Con un impresionante conjunto histórico y artístico, constituye un excelente complemento a la experiencia de Cal Paradís.
La Suculenta y Llavor, en Benicàssim y Oropesa - 1.20 horas de distancia
Dos restaurantes, dos localidades y un nombre. El del chef Jorge Lengua, quien ya resuena con fuerza en la nueva generación de la cocina valenciana. Es un soplo de frescura para la provincia de Castellón. Trabajó de recolector de naranjas antes de comenzar sus estudios de Gastronomía, algo que ha moldeado su carácter y amor por el territorio. Luego se formó en restaurantes de primer nivel -Cal Paradís, Ricard Camarena, Quique Dacosta o Aponiente-, y no tardó en recibir reconocimientos o despuntar en los concursos de talentos. Tiene un estilo personal, anclado al territorio, pero también desenfadado. Su trayectoria ha ido ligada al proyecto de La Suculenta, que abrió en 2020 en Benicàssim, especializado en tapas y arroces.

No obstante, Llavor -que significa 'semilla' en valenciano-, viene a hacerle crecer. Se trata de un restaurante singular, ubicado en Oropesa del Mar, con un entorno aún por urbanizar, pero increíbles vistas sobre la costa. Simboliza un paso hacia una cocina todavía más personal, donde si bien se aplican técnicas más creativas, seguimos viendo los quesos de ganaderías locales, las verduras de proximidad e, incluso, los arroces clásicos, con una elaboración y una presentación algo más refinadas. La sala también es más formal, con una oferta que únicamente permite elegir entre dos menús. Esto es, la expresión de una evolución para Lengua. Si La Suculenta fue su consolidación, Llavor marca un paso más ambicioso y personal para todo Castellón.
Atalaya (1*), en Alcossebre - 1.35 horas de distancia
Hace tiempo que Atalaya emprendió un nuevo rumbo, cada vez más próximo al mar y el bienestar. Alejandra Herrador y Emanuel Carlucci son las manos y el alma del restaurante, último en conseguir la Estrella Michelin en Castellón. Su carácter humano impregna todo lo que se desprende del proyecto, donde siempre se prioriza el trato personal, tanto en lo referente al comensal como a las plantillas. Situados en Alcossebre, donde la montaña se funde con el mar, trabajan con una despensa excepcional y proveedores con los que se sienten en sintonía, siempre preocupados por tejer redes humanas de proximidad. Su temporada más fuerte es precisamente el verano, cuando se despliega su terraza al aire libre. Atalaya también tiene un bar informal en la plaza del pueblo: Vermuda, para el aperitivo.

Casa Jaime, en Peñíscola - 1.45 horas de distancia
Suspendida entre el cielo y el mar, el tiempo se ha detenido para Peñíscola, pero no en lo que gastronomía se refiere. Hablamos de una ciudad que es una joya medieval, con un casco antiguo erigido sobre roca marina, y coronado por el imponente castillo del Papa Luna. A medio camino entre las alturas y las barcas, Casa Jaime. Un restaurante clásico, fundada en 1967 por Jaime Sanz, cuyo recetario enaltece la tradición marinera Desde el arroz Calabuch, con espardenyes y ortiguillas, hasta el mítico Capricho del Papa Luna, servido en su concha, con alcachofa de Benicarló, langostino local y yemas de erizo. Otros guisos resuenan con fuerza: la raya al all i pebre o las caixetes al vapor. Desde la la ventana de su comedor, se vislumbra el futuro: agua en el horizonte, a la que conducen un sinfín de calles empedradas.
Raúl Resino (1*), en Benicarló - 1.50 horas de distancia
Raúl Resino, en Benicarló, es otra oda al mar. En un pequeño comedor de 20 plazas, el chef que da nombre al restaurante, acompañado de su jefa de sala, Elia Cerdà, hace sentir encantado casa. La cocina de Raúl es la de un apasionado del Mediterráneo: pescados y mariscos locales, trabajados con técnicas de vanguardia, para dar una nueva vida a todo lo que atrapan las redes. Sin olvidar, claro, la icónica alcachofa de Benicarló, presente durante la temporada. Conocido como el cocinero pescador, Raúl recupera esas recetas tradicionales que evocan la esencia de la costa, de modo que encontramos desde el rancho marinero, hasta el arroz de cananas, incluidos en un menú único. Ostenta la Estrella Michelin desde 2016, a punto de la década.

Vinatea, en Morella - 2 horas de distancia
Estamos en lo alto del todo, concretamente en la comarca del Ports, donde se eleva uno de los municipios más bellos de la Comunitat. Quienes hayan visitado Morella recordarán la muralla, el castillo y esas calles empedradas, con infinidad de tiendas de productores, donde adquirir buenos quesos y embutidos, además de trufa de temporada o flaons, el dulce típico y relleno de requesón. Pues bien, también hay una parada gastronómica de rigor, y no es otra que Vinatea. Ángela hereda la cocina de tradición de sus padres, carniceros de profesión, y Diego la acompaña en la sala, con una bodega excelsa. Saben traer lo que fue y llevarlo a lo que será. Es imprescindible el milhojas con paté de caza y anguila ahumada, por cuanto habla de quiénes son.
Podríamos reseñar tantísimos lugares más dentro de la provincia de Castellón. Sin tan siquiera abandonar Morella, por ejemplo, encontramos Daluan, la casa de Avelino Ramón y su esposa Jovita Amela, recientemente designada Bib Gourmand por la Guía Micheñon. Casi en paralelo a esta localidad, pero en la costa, llegaríamos a Vinarós, donde destaca un joven Rubén Miralles. Incluso tenemos a Alessandro Maino, en Castellón de la Plana, que se vuelve hacia sus orígenes italianos. Por último, en Oropesa de nuevo, Le Vin Rouge Maître-Cavista, casa que reinterpreta la cocina francesa, y cuyos vinos son excepcionales. Esta provincia tiene para todos los gustos, y ni siquiera hemos empezado a plasmarla: apenas han sido diez pinceladas.
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