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Todo es cuestión de expectativas. Y percepciones. El anuncio en Ginebra de una tregua arancelaria de 90 días entre China y EE UU, lograda en ... apenas dos días de negociaciones, desató tal euforia ayer en los mercados que el índice bursátil del Dow Jones remontó hasta los niveles del 2 de abril, cuando el 'Día de la Liberación' de Trump puso a la economía mundial patas arriba.
La prórroga no es más que eso, una tregua en la guerra comercial para poder negociar, pero ya es más de lo que se esperaba, dadas las duras palabras que ambos países se habían dedicado, en una escalada arancelaria. Gracias a ella las dos superpotencias económicas conjuran temporalmente el riesgo de una recesión global. EE UU reducirá los aranceles a China del 145% al 30%, mientras que este país reduce los del 125% que había llegado a imponer en respuesta hasta el 10%.
Eso permitirá a las empresas reponer sus inventarios y planificar sus compras con cierta estabilidad. Con todo, puesto que se mantiene el 10% de arancel mínimo global que Trump ha impuesto a todos los países, además del 20% por su contribución al tráfico de fentanilo y otros aranceles específicos al aluminio, acero y automoción, Capital Economics estimaba para el Wall Street Journal que los aranceles efectivos a las exportaciones chinas serán del 40% mínimo, «lo que en cualquier caso supondrá un drástico descenso del comercio entre las dos mayores economías del mundo».
La cuestión era, para el gobierno de Trump, poder presentarlo como una nueva victoria comercial, la segunda en una semana, según sus cuentas, ya que el marco de acuerdo con el Reino Unido, aún tan en el aire como el chino, fue vendido el jueves pasado como un gran éxito.
«Ha sido un acuerdo mayor de lo que nadie esperaba, va a ser genial para el mundo entero», presumió satisfecho Donald Trump, antes de partir hacia Arabia Saudí.
«Hemos logrado reiniciar completamente la relación con China», anunció. Frente a las palabras conciliadoras hacia este país, al que dice no querer hacer daño, «porque ya se le ha hecho mucho», Trump puso a la Unión Europea en la diana, una región comercial que es «en muchos aspectos más desagradable que China», espetó.
La nueva amenaza comercial consiste en forzar a las compañías farmacéuticas a subir el precio de los medicamentos a Europa y otros países para recuperar con ello lo que descontarán a EE UU, ya que el precio incluye la investigación y desarrollo de los fármacos. Si bien, la orden ejecutiva que firmó ayer es más una declaración de principios que políticas concretas, da 30 días a las farmacéuticas para proporcionar esas rebajas. De no hacerlo, la responsabilidad pasaría al secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. que establecería precios similares a las que se pagan en otros países desarrollados por esos fármacos.
Kennedy, presente en el acto, indicó que, si los países europeos pagan un 20% más por sus medicamentos, «eso equivaldría a 10 billones de dólares, que podrían invertirse en innovación o salud para todos los pueblos a lo largo del mundo». Kennedy comparó este movimiento al que ha forzado a Europa a aumentar su inversión militar en la OTAN ante las amenazas de Trump.
Vender coches en EE UU
Solo que la amenaza de Trump no acabará ahí. «Lo más grande que vamos a hacer es decirles a todos esos países que integran la Unión Europea que el juego se ha acabado», anunció el mandatario. «Y si se quieren poner graciosos, que dejen de vender coches en EE UU». Es, como dijo, solo el principio. «No hemos hecho más que empezar con ellos, vais a ver. Tenemos todas las cartas». Detrás de los 13 millones de coches que venden a EE UU, según las cuentas de Trump, vienen los productos agrícolas. «Nos venden muchos y nosotros a ellos, virtualmente cero. No nos compran nuestros productos. Es muy injusto». Y encima, la UE demanda a las empresas estadounidenses, recordó en referencia explícita a Apple, Google, Meta, cuyas demandas presentó como una extorsión judicial para sacar «15, 17, 20.000 millones de dólares», un dinero que «usan para financiar sus operaciones», explicó, como si se tratara de una organización delictiva. «Eso ya no va a pasar más, te lo digo».
El fentanilo
A Europa le queda ahora el reto de jugar sus cartas en la negociación como han hecho los chinos. El gigante asiático ha sido capaz de presentar a Trump con una fórmula para poder presumir de una victoria comercial que se atribuye en superlativo, gracias en gran parte a la oferta para frenar el tráfico del precursor de fentanilo, «un tema muy importante para Trump», reconoció el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que calificó la disposición china como «la sorpresa más positiva del fin de semana». Con él cae el 20% de aranceles adicionales con el que le castigaba Trump por el comercio de esos precursores para la peligrosa droga sintética que causa millones de muertes en EEUU. Detener esa masacre es una de las grandes promesas de campaña que ha hecho el presidente a sus bases.
De acuerdo con el modelo presentado por Londres y Pekín, Bruselas sabe que necesita negociar desde una posición de fuerza, pero poner una cara amable en la mesa de negociaciones y un trato que haga quedar bien al presidente. La UE ha aprobado una respuesta arancelaria a los gravámenes del acero y aluminio por valor de 23.000 millones. En los despachos de la Comisión se barajan aranceles espejo a productos emblemáticos de EE UU, desde motocicletas Harley-Davidson hasta whisky de Tennessee y sectores tecnológicos, pero también restricciones sanitarias más estrictas para productos agroalimentarios, un golpe calculado al corazón exportador del trumpismo rural. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha advertido que «la UE no cederá al chantaje económico ni permitirá que se socave el equilibrio comercial bajo amenazas populistas».
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