Valencia CF: la felicidad del renacido

Es evidente que el Valencia supo superar ayer un desafío mayúsculo. Las Palmas se estaba jugando la vida y los valencianistas le clavaron sin piedad la estocada final. Dejaron al equipo canario ya al borde de la muerte en uno de esos partidos que ponen la salud del espectador en juego. Podía quizás haber sido un triunfo blanquinegro insultantemente plácido porque la diferencia entre un equipo y otro quedó durante muchos momentos bastante patente, pero ese arreón final ya a la desesperada de los locales contribuyó a provocar situaciones casi dramáticas, con un Valencia amontonando gente en los dominios de Mamardashvili y un rival dispuesto a morir por la causa. Para que no faltara nada, hasta hubo una curiosa –por llamarla de manera suave– y ultimísima acción en la que se cerró el duelo, con Foulquier encarando al portero y tres compañeros esperando el pase para hacer subir el cuarto gol en el marcador. Entre el agotamiento físico y que a veces no da para mucho más, Foulquier eligió mal el pase y al final el balón acabó perdiéndose por la línea de fondo tras rozar un defensa, cuando lo más fácil era ofrecer en bandeja la guinda final.

Fue un sufrimiento de todos brutal. Nada que ver, ni mucho menos, con la forma en que se fue desarrollando el encuentro, que tuvo a Hugo Duro como gran protagonista. El delantero hizo dos goles (lleva diez en su cuenta particular), el primero por estar donde tiene que estar y el segundo por esa pasión que algunos futbolistas ponen en cada situación en la que participan. Al 0-1 contribuyó Gayà con su largo centro, Rioja por recoger los restos, Rafa Mir por pugnar por el remate y Hugo Duro por finiquitar completamente solo la cuestión. Fue la primera de las dos muescas para el madrileño.

La contrapartida a esa sensación de plenitud se la llevó Rafa Mir. Corberán decidió esta vez dar una vuelta de tuerca a su once. Si por las molestias de Barrenechea estaba claro que el elegido iba a ser Pepelu, para la vanguardia la cosa no estaba tan clara. Al final fueron Duro y Rafa Mir. Eso sí, el murciano estuvo prácticamente en todas. Las tuvo de todos los colores, unas porque se las trabajó y otras porque se las encontró. Pero todas acabaron en ruina. De haber estado un poco más acertado, desde luego el Valencia se hubiera librado de ese extraordinario padecimiento que le tocó en suerte.

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Otra cosa será analizar cómo llegaron los dos goles canarios. Casi ya en tiempo de descuento, en un saque de esquina que pugnó en el salto Diego López, el balón rematado por Bajcetic dio en el brazo izquierdo extendido del asturiano. Lo que para otros árbitros y en otras circunstancias no es penalti (en el área del Atlético y contra el Valencia, por ejemplo), esta vez para De Burgos sí. Aunque al principio había pitado fuera de juego, el VAR entró en revisión y De Burgos acabó señalando la pena máxima. Sandro engañó por completo a Mamardashvili.

Con ese inquietante empate se llegó al tiempo de reflexión. El Valencia se había manejado mucho mejor de lo esperado y la única duda era saber si iba a ser capaz de mantener el mismo tono o si se iba a dar un toque de corneta para echarse todos atrás con el descaro que hiciera falta. Fue la cabezonería y las piernas de Diego López las que agitaron de repente el segundo tiempo. El asturiano se empeñó en no dar por perdido el balón por la línea de fondo y su centro de nuevo lo cazó Hugo Duro para hacer el segundo. Casi calcada a la acción del Bernabéu. Repitió empeño Diego López en el tercero y cuando la fiesta parecía tocar ya a su fin, Mc Burnie elevó las pulsaciones al máximo. La fe en la resistencia del Valencia lo mantuvo firme para abrazar la permanencia.