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Susi Sánchez (Xirivella, Valencia, 1955) ha pedido los papeles de la jubilación y le salen 37 años cotizados. «Esos son muchos años para un actor», ... reconoce la ganadora de dos Goyas, que en el reciente Barcelona Film Fest presentó 'También esto pasará', adaptación de la novela de Milena Busquets –ya en cines– en la que encarna a una madre carismática y abrumadora inspirada en la editora Esther Tusquets.
–¿Habló con Milena Busquets sobre su madre?
–Sí. Milena venía al rodaje a menudo. No leyó el guion porque quería sorprenderse. Cuando rodamos la última secuencia, la del cementerio, ella estaba conmocionada. Le pregunté qué le pasaba con su madre. Y me di cuenta de que, a pesar de vivir en un mundo de intelectuales donde tienen de todo, era un universo muy cerrado, ensimismado. En aquella época la educación de los hijos era más hippy, los niños podían sentir unas carencias y después van buscando rellenar ese hueco durante toda su vida.
–Ser hijo de alguien tan carismático y exitoso puede ser una losa que solo te quitas cuando esa persona muere.
–La madre de Milena le impulsaba muchísimo para que leyera y conociera el mundo. Pero también está el 'nunca llegaré a donde llegó mi madre'.
–¿Cree que se puede vivir con ligereza y alegría, que es a lo que aspira la protagonista?
–Es difícil. Tiene que ver con el carácter de cada uno, hay gente que tiene más facilidad para entrar en esa ligereza. A veces me preguntan si soy feliz. Para mí, últimamente la felicidad está conectada a la tranquilidad, a tener la sensación de que estoy en el lugar y el momento adecuados en un estado óptimo.
–Pues tranquilidad tiene poca: rueda una película con Arantxa Echevarría, presenta otra y una serie en Barcelona...
–Ha coincidido, no creas que trabajo tantísimo. No digo que tenga tranquilidad, sino que aspiro a ella. Acabo de cumplir 70 años en el rodaje de Arantxa y no quiero morirme con las botas puestas. He trabajado muchísimo y me sigue gustando este oficio porque me alimenta mucho espiritualmente. Sigo aprendiendo cosas de los personajes que me ayudan a entender el mundo. Quiero intentar trabajar un poquito menos, también soy vicepresidenta de la Academia de Cine y tengo cosas que hacer.
–¿Se acuerda de 'Una pareja... distinta', de José María Forqué, su primera película en 1974 con Lina Morgan y José Luis López Vázquez?
–Perfectamente. Tenía 17 años. Hice aquella película y no volví a rodar otra hasta veinte años después ('Al otro lado del túnel' (1994), de Jaime de Armiñán). Salí con un trauma horroroso, yo no sabía lo que era un rodaje. Como no me llamaban me cambié de ropa y me desmaquillé... justo antes de que me volvieran a reclamar. Iba vestida de enfermera con minifalda y medias de rejilla. Rodamos en un hospital real y una enfermera me avisó de que iba con toda la espalda al aire enseñando las bragas y el liguero. Nadie me dijo nada. Pasé tal vergüenza que en la primera película que hice no fui a cobrar las 12.000 pesetas.
–¿Y la ha visto?
–Una vez. Le cogí pánico al cine, pensé que lo mío era el teatro.
–¿Cómo definiría su carrera?
–Es una carrera de fondo. Empecé haciendo personajes pequeños, la suerte que tenía es que me entusiasmaba con todo. Lo único que me interesaba es que yo pudiera contar algo que tuviera un sentido, no para mí, sino respecto al mundo en el que vivimos. Siempre he intentado aprovechar todos los papeles aunque fueran pequeños, por eso he disfrutado de la actuación. El salto se produjo cuando Ramón Salazar escribió para mí la protagonista de 'La enfermedad del domingo', mi primer Goya.
–Almodóvar le ha reclamado en cuatro ocasiones seguidas. ¿Es su actriz talismán?
–No creo. Es un hombre que va muchísimo al teatro, así me conoció. De hecho, en la primera película que rodamos no me hizo prueba. Luego sí para 'Julieta', porque no me terminaba de ver como una mujer enferma. Almodóvar me dijo una vez una frase muy graciosa: 'Tú, hagas lo que hagas conmigo, de joven fuiste modelo'.
–Alta, rubia... En cierta época usted resultaba demasiada sofisticada para el cine español.
–De joven tuve muchas dificultades en el teatro, porque se me veía muy alta. Todavía hay complejos: no puede haber una mujer más alta que un hombre a su lado. No podía hacer protagonistas ni secundarias, porque se me veía más que a la protagonista. Me daban personajes esotéricos, no humanos: la luna, el sol... Cuando me hice mayor las nuevas generaciones ya eran chicos y chicas muy altos, podía ser su madre. Yo iba a ser la madre de 'Tesis', pero Amenábar me miró en el rodaje así, de abajo a arriba, y me dijo que era demasiado alta.
–Lo que ha sido es una madre vasca muy vasca en 'Cinco lobitos'.
–Mi peluquera escuchó a unas clientas hablar sobre la película: 'Lo que está claro es que esa tía es vasca'. Les corrigió: era de Valencia. En Instagram algún vasco me han dicho que era más vasca que su madre. Lo bonito de ese personaje es que ella es así de seca pero luego lo da todo, es una cuidadora nata. Esa es su forma de entender el amor.
–Un estudio de CIMA revela que más de la mitad de las mujeres que trabajan en el audiovisual han sufrido violencia sexual.
–Desgraciadamente, cada vez me lo creo más. Cuando yo era joven había muchos comportamientos de este estilo pero lo vivíamos como algo normal. 'Es que los hombres son así'. Los cachetes en el culo, el 'a ver cuándo tú y yo...'... Yo no he vivido jamás el acoso directo, sí las insinuaciones y el trato machista. Conozco experiencias de compañeras que lo han pasado muy mal. He preferido alejarme del entorno en el que sucedía eso antes que aguantar. Mira, trabajé año y pico como coordinadora en el programa 'De película' de Televisión Española. Me hacía la tonta para que los chicos de vídeo pensaran que me habían puesto en un aprieto. A muchas mujeres se les achaca que van de tontas por la vida y tiene que ver con esto: una forma de supervivencia.
–Hoy eso resulta inimaginable.
–Sí. Hay mucho más control y ha cambiado la mentalidad del hombre. Todavía tiene que cambiar más, no hace falta que el hombre se convierta en feminista pero sí que pierda ese grado extra de machismo que no ayuda en la sociedad. Hoy en un rodaje eso ni asoma.
«Mamá, me prometiste que cuando murieses mi vida estaría encarrilada y en orden y que el dolor sería soportable, no me dijiste que tendría ganas de arrancarme mis propias vísceras y comérmelas», escribe Milena Busquets en 'También esto pasará', su segunda novela, publicada en 2015, en la que ajustaba cuentas con su madre, la editora y escritora Esther Tusquets, figura esencial de la intelectualidad barcelonesa.
María Ripoll, taquillera directora de comedias como 'Yo no soy esa' y 'Ahora o nunca', adapta la obra de Busquets y convierte a Marina Salas en un alter ego de la escritora, una mujer al borde de los 40 marcada por la figura materna (Susi Sánchez), que pese a tener un hijo lleva una disipada existencia saltando de cama en cama como si viviera unas eternas vacaciones. Unos días en la casa familiar de Cadaqués junto a amigos servirán de catarsis para intentar escapar de la sombra de la madre.
Unos verán a una pobre niña rica y otros comprenderán a esta hija de la 'gauche divine' incapaz de superar el duelo y que solo se siente viva cuando recurre al sexo. «Milena es una gran defensora de la ligereza y la frivolidad, que a veces son necesarias para poder pasar a través de un dolor, para no hundirnos del todo», defiende Ripoll.
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